Llega el calor y la tarde se convierte en el refugio de la mayoría. Las calles peatonales acogen entre sus paredes el intenso ritmo de la gente que termina de trabajar y las terrazas se llenan con conversaciones banales, amigos que comparten sus miedos con una cerveza en la mano.
Los mercados, sobre todo los de segunda mano, van llenándose con curiosos y trotamundos en busca de objetos misteriosos, con historia. La mayoría de esos objetos tuvieron un halo especial que con el tiempo se fue borrando para su antiguo propietario y están deseando volver a brillar con el nuevo.
Muchos de esos mercados son cuevas de Alí Babá, cajones de recuerdos para gente que alguna vez sintió algo por ellos. De entre el montón de cosas que hay uno puede ir explorando casi todos los rincones hasta encontrar su inspiración, arrinconada al lado de una lámpara o dentro de una página de un descolorido libro de Umberto Eco.
Si os fijáis en lo que veis a vuestro alrededor comprobaréis que muchas veces algo que parece especial tiene un origen remoto lleno de encanto. Las mangas murciélago se popularizaron gracias a los mercados de segunda mano de Turquía y Oriente Medio durante la década de los 80.
Aquello que guarda un cierto encanto, en realidad, tiene una larga historia a sus espaldas. La innovación proporciona nuevas maneras de expresarnos, pero no hay que olvidar que el pasado contiene parte del futuro.
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