No podemos recordar la sensación que tuvimos al mantenernos erguidos, al avanzar hacia el punto B. En ese momento no eres consciente que estas emprendiendo un viaje que durará el resto de tus días.
Cada vez que recorremos una distancia, física o mental, estamos haciendo un pequeño viaje. Hay muchas tribus que tienen pruebas de iniciación para ayudar a los más jóvenes a entender la importancia del viaje interior. Desde pasar por encima de las brasas hasta cruzar el bosque para aprender a cuidar de uno mismo, a ver que nuestra madurez depende de nuestras travesías.
En la mayoría de las sociedades occidentales estos rituales se han desdibujado, pero siguen permaneciendo ocultos bajo la superficie cultural. Volver solos a casa, salir por la noche, aprender a conducir, hacerse preguntas existenciales, amar a alguien por primera vez, etc.
Sin embargo, hay travesías que conforman nuestro mundo y le acaban dando el color y la textura que tienen actualmente. Viajar a países extranjeros, exóticos o industrializados; conocer gente; comprender los problemas de los demás y darse cuenta que no todo tiene solución; esto nos capacita para ser seres humanos con capacidad de reflexión y aceptación.
Supongo que nuestra mente no quiere recordar los primeros pasos que dimos, porque sabe que el miedo muchas veces nos frena y caerse y volverse a levantar es un acto de valentía tan grande que si lo pensamos fríamente seguramente nunca hubiéramos dado el primer paso.
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