huella interior |
Llega un momento en el que el ser humano debe definirse por sí mismo. Los elementos innatos se han manifestado y el aprendizaje social ha concluido. Es en ese instante cuando, de forma un poco inconsciente, el ser humano acaba de definir su personalidad.
Hay dos hechos diferenciales clasificatorios: la valentía y la independencia. El largo viaje que hacemos desde que nacemos hasta el preciso momento en que decimos «yo soy así», transcurre lentamente a una velocidad de vértigo.
Debemos ser valientes para aceptar que nuestro carácter está latente y se manifiesta, a veces de forma correcta y otras de manera exagerada. Ser valiente significa mostrarte tal y cómo eres aún cuando el mundo te es adverso.
El segundo hecho diferencial es la independencia. Estamos ligados y sujetos por personas que nos quieren, aún así, aparece ese momento en el que eres tú el que debe tomar la decisión. No hay lazos, no hay red que pare tu caída. Eres tú y el mundo jugando una partida de póquer.
La independencia es una decisión continúa, una elección constante que hace que aprendas por ti solo, que escuches y asimiles la información y luego con la mayor determinación posible la uses sin tener que contar con la aprobación de los que te rodean.
Los seres a-couple luchan constantemente para ser independientes y valientes en un mundo a veces dinámico y otras homogeneizado. Una lucha que no es brutal ni despiadada simplemente continúa y gratificante porque va moldeando tu carácter y le da a tu identidad un punto diferente y único, una huella digital identitaria.
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