A veces duele, penetra en el fondo de tu corazón y deja una herida difícil de sanar. El amor es interdisciplinar y nunca golpea del mismo modo.
En la adolescencia el amor parece puro, imposible de cambiar, comprar o tirar. Pasan los años y el corazón, tantas veces heridos, se vuelve más duro, es imposible hincar el diente y aunque parece que se empieza a desquebrajar la coraza que lo envuelve siempre hay una membrana que evita que se rompa del todo. Antes de que caiga el muro de yeso, la razón, sabía y certera, aconseja al viejo músculo que no muestre lo que es, que oculte sus anhelos debajo de una máscara de soberbia e indiferencia.
Llevamos caretas, armaduras de sueños e ilusiones perdidas, que nos hacen difícil encontrar un compañero de viaje. El amor va perdiendo su brillo, deja de ser de oro, y aunque el corazón no se rompa del todo, se dobla y ya nunca vuelve a ser el mismo.
A veces duele, pero el desamor mucho más, es profundo y penetra con facilidad en la coraza. No hay lluvia que pueda limpiarlo ni tirita que pueda juntar de nuevo los pedazos.
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